junio 3, 2025

Sin Mordaza| Veracruz: La resaca de un poder que se creyó eterno

Veracruz: La resaca de un poder que se creyó eterno

La elección municipal de este 1 de junio en Veracruz deja una lección clara y contundente: el poder no se hereda ni se sostiene solo con símbolos. MORENA, que en años recientes arrasó en las urnas a lomos del carisma y la narrativa de Andrés Manuel López Obrador, acaba de recibir un golpe seco de realidad. Ya sin AMLO en la boleta y con Rocío Nahle fuera del radar electoral, el partido en el poder se enfrentó por fin a sí mismo… y no gustó lo que encontró en el espejo.

Los datos preliminares del OPLE no mienten: abstencionismo alto, pérdida de municipios clave y una evidente desconexión con su base electoral. El mensaje de los votantes fue claro, aunque no necesariamente verbalizado: ya no basta el discurso de la Cuarta Transformación. Se necesita estructura, cuadros con experiencia, operadores políticos reales y una estrategia más allá del clientelismo.

Durante años, muchos dentro de MORENA confundieron el arrastre de López Obrador con eficacia propia. Se asumieron invencibles. Y como suele suceder con los proyectos que nacen al calor del liderazgo de una sola figura, el vacío que deja su salida es difícil de llenar. Este 2025, Veracruz se convirtió en un laboratorio perfecto para entender el desgaste natural del poder, pero también para medir la fragilidad de un movimiento que no invirtió en institucionalizarse.

MORENA no solo perdió alcaldías. Perdió confianza, perdió narrativa y, lo más grave, perdió el control de zonas urbanas donde antes parecía tener un dominio indiscutible. Y no fue por una oposición fortalecida ni por una campaña brillante de sus adversarios. Fue el desencanto interno el que hizo la diferencia. La falta de operación política, la prepotencia de ciertos liderazgos estatales y el exceso de confianza cobraron factura.

Y aquí conviene subrayar un dato duro y simbólico: al PRI le tomó más de 80 años hartar al electorado mexicano, construir ese desgaste paulatino que finalmente lo sacó del poder. A MORENA le bastaron apenas seis años y medio para recorrer el mismo camino. El desencanto llegó con velocidad inusitada, porque las promesas eran muchas y los resultados, al final, muy pocos. Gobernar con esperanza exige más que discursos; exige resultados y responsabilidad.

En contraste, partidos como Movimiento Ciudadano supieron leer el hartazgo. Su crecimiento no fue espectacular, pero sí sintomático: conectaron con un electorado joven, crítico, que ya no se identifica con las viejas estructuras, pero que tampoco comulga con las promesas incumplidas de la 4T. El PRI y el PAN, aunque lejos de sus mejores épocas, lograron resistir y en algunos casos hasta resucitar. Incluso el PT, jugando por su cuenta, encontró mayor oxígeno que cuando iba de la mano de Morena.

La elección de este año no solo fue una competencia entre partidos. Fue un referéndum sobre lo que significa gobernar y sobre cómo se administra el desgaste. Veracruz, que fue punta de lanza del lopezobradorismo en su expansión territorial, ahora se convierte en ejemplo de cómo el poder puede erosionarse rápidamente si no se cuida, si no se renueva y si se da por sentado.

La lección está ahí, tan clara como los datos del PREP: el carisma no es eterno, la marca no se defiende sola y el voto no es lealtad garantizada. Si MORENA quiere aspirar a mantenerse competitivo en los procesos de 2027, 2029 y 2030, tendrá que hacer algo que nunca se vio obligado a hacer en sus primeros años: construir partido, formar cuadros y reconectar con una ciudadanía que ya no compra promesas sin resultados.

Lo que ayer fue hegemonía, hoy es advertencia. Y en política, los avisos llegan antes de que se apague la luz.

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