El desencanto con Morena: cuando la marca ya no alcanza
Las elecciones municipales de 2025 en Veracruz dejaron una radiografía política brutal: la marca Morena ya no garantiza triunfos, y los ciudadanos han dejado claro que el voto ya no se entrega por lealtad partidista, sino por evaluación directa a cada candidato. El resultado: una cascada de derrotas para diputados locales que, confiados en su partido, pidieron licencia para lanzarse a conquistar presidencias municipales… y fracasaron.
Diputados locales que se fueron a campaña… y regresan con derrota
Nueve diputados —la mayoría de Morena y sus aliados— solicitaron licencia al Congreso local para buscar una alcaldía. El balance es demoledor: la mayoría perdió, incluso en municipios donde antes arrasaban. Aquí, algunos casos clave:
• Bertha Ahued (Morena) no logró arrebatarle Boca del Río al PAN, bastión que se mantuvo azul con Maryjose Gamboa.
• Liliana Castro (PT, ex-Morena), tras haber sido diputada dos veces (una con Morena, otra con el PT), intentó gobernar Isla… y perdió. Su historial de “chapulineo” y reciclaje político ya no pasó la prueba de las urnas.
• Adanely Rodríguez (Morena) cayó en Poza Rica, municipio que Morena gobernaba y ahora pasó a manos de Movimiento Ciudadano.
• Daniel Cortina Martinez (Morena) ganó en Tuxpan.
• Alejandro Porras Marín (Morena-PVEM) en Huatusco perdió
.Igor Rojí (PVEM-Morena) perdió, ambos protagonizaron campañas sin arraigo.
• Rafael Fararoni Magaña en San Andrés Tuxtla (Morena-PVEM) y Angélica Peña (PVEM) fueron los únicos que ganaron, pero bajo las siglas del Partido Verde, no del partido guinda.
• Roberto San Román Solana (Morena) triunfó en Tantoyuca por un margen estrecho.
En resumen: solo tres de nueve lograron el objetivo.
¿Por qué fracasaron?
Porque la ciudadanía está enviando un mensaje firme: ya no vota con los ojos cerrados.
Durante años, Morena fue sinónimo de esperanza y transformación. Pero esa narrativa se ha desgastado, sobre todo cuando se repiten las mismas prácticas que antes se criticaban: imposiciones, clientelismo, “chapulines” que saltan de cargo en cargo y usan cada puesto como trampolín hacia el siguiente.
Liliana Castro, por ejemplo, se ha postulado a la diputación local tres veces dos por morena una por PT —dos de ellas ganadas, gracias al efecto AMLO— pero esta vez la historia fue diferente. Buscó la alcaldía de Isla arropada nuevamente por Morena… y perdió. La gente ya no quiere más reciclaje de figuras que viven en campaña permanente.
Otro caso ilustrativo es el de Indira Rosales San Román, diputada local del PAN por Boca del Río, quien ha sido senadora, secretaria de Desarrollo Social estatal y ahora aspiró a la alcaldía. El resultado fue el mismo: derrota. Aunque no milita en Morena, encarna el mismo desgaste político: figuras que se niegan a ceder el paso a nuevos liderazgos.
Una lección para todos los partidos
Este “baño de realidad” no es exclusivo de Morena, pero afecta más a quien gobierna y más promesas hizo. La población está dejando claro que quiere renovación, no simulación.
El fenómeno también revela una tendencia preocupante: el uso del Congreso local como plataforma personal. Diputados que piden licencia para buscar otro cargo y, si no ganan, simplemente regresan como si nada hubiera pasado. La ciudadanía percibe eso como una burla, como si sus representantes pudieran ir y venir de sus responsabilidades sin consecuencias.
¿Y ahora qué?
1. Morena necesita autocrítica. No puede seguir apostando por las mismas caras y esperar resultados distintos. Si no abre espacios a perfiles frescos, su hegemonía se diluirá más rápido de lo esperado.
2. La militancia exige participación real. Las imposiciones y candidaturas por dedazo están siendo castigadas. Cuitláhuac y Tantoyuca demostraron que cuando hay estructura de base, el partido puede resistir. Pero en plazas clave como Poza Rica, m o Boca del Río, la factura ya se está cobrando.
3. Es urgente revisar la figura de la licencia legislativa. No puede ser que los diputados abandonen su curul para buscar otro cargo, fracasen y luego regresen como si nada. El Congreso debe legislar al respecto.
Conclusión
El desencanto es real. El electorado ya no está dispuesto a premiar lealtades partidistas vacías, ni a soportar a funcionarios que buscan eternizarse en el poder. La “marca” Morena ya no alcanza si no hay congruencia, resultados y respeto al votante.
Quien no lo entienda, está condenado a repetir la derrota.
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