Xóchitl Gálvez: “Yo ya gané. Pase lo que pase en las elecciones, seguiré siendo una mujer feliz”

La candidata de la coalición opositora del PAN, PRI y PRD recibe a EL PAÍS en su autocar de campaña para repasar la larga carrera electoral, su confianza en “el voto oculto” ante las previsiones adversas de las encuestas, su compleja relación con los partidos de la alianza y el tono bronco durante los debates

Son tiempos frenéticos a pocos días del cierre de las campañas. Xóchitl Gálvezacaba de terminar un mitin. Es mediodía y cae un sol de plomo en Atlacomulco, uno de los pulmones priistas del Estado de México. Entre una marea de gente, la candidata logra alcanzar el autobús de campaña. Antes de cerrar la puerta, encaramada en las escaleras, se disculpa con sus seguidores: “No puedo hacerme fotos, lo siento. Tengo otro mitin ahorita”. A la carrera sube al autobús, se sienta y pide unos minutos para maquillarse ella misma antes de posar para las fotos de la entrevista. Al acabar, atenderá dos llamadas telefónicas mientras almuerza una torta y un refresco de manzana. Y todavía le dará tiempo a grabar unas píldoras en TikTok justo antes de llegar al siguiente acto electoral del día.

En medio de este frenesí, la candidata de la coalición opositora de PAN, PRI y PRD atendió el viernes pasado a EL PAÍS durante casi una hora para repasar la larguísima carrera electoral. Pese a la distancia lejana donde la colocan casi todas las encuestas frente a la aspirante de Morena, Claudia Sheinbaum, confía en un “voto oculto de una dimensión tremenda”. Habla de la compleja relación con los partidos de su alianza y la polémica oferta de declinación del candidato de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, el tercero en liza. Sobre una hipotética derrota, no da pistas sobre su futuro, que no tiene amarrado con ningún puesto en el Parlamento, como suele suceder. A sus 61 años, la candidata entra también en el terreno personal, sus orígenes humildes en un pueblo de Hidalgo, un padre alcohólico, el video de su hijo borracho y armando bronca. No se arrepiente de nada, tampoco de las duras acusaciones y el tono áspero de los debates, aunque reconoce que los ataques a su hijo han sido el peor momento durante la carrera.