Viridiana Reyes
En el sur de Veracruz, pocos alcaldes electos se han mostrado tan activos y cercanos como Gildardo Maldonado Guzmán, presidente municipal electo de Jáltipan, quien en los últimos días ha dejado claro que su vocación de servicio no empieza con una banda tricolor, sino con la convicción de ayudar.
Mientras otros apenas delinean sus equipos de trabajo, Maldonado ya recorre caminos, coordina colectas y entrega víveres a las familias del norte del estado afectadas por los recientes desastres naturales. Lo hace sin aspavientos, pero con un sello que empieza a distinguirlo: el de la acción inmediata y la solidaridad genuina.
El alcalde electo ha logrado movilizar a ciudadanos jaltipanecos que, bajo su convocatoria, se han sumado con entusiasmo a la colecta de alimentos, agua y artículos de primera necesidad. Las donaciones, organizadas desde distintos puntos del municipio, se han traducido en camiones llenos de esperanza y empatía que viajan hacia las zonas más golpeadas por las lluvias.
Más allá del gesto humanitario, esta labor proyecta una imagen política contundente: la de un líder que entiende el poder del ejemplo y la cercanía, un político que no se conforma con esperar los reflectores de la toma de protesta, sino que empieza a construir, desde ahora, el puente entre el discurso y la acción.
Gildardo Maldonado ha demostrado que la política también puede ejercerse con botas en el lodo y manos solidarias en el trabajo. Su presencia activa en estas jornadas de apoyo confirma que en Jáltipan hay una nueva forma de entender el servicio público: una que nace de la empatía y se sostiene con hechos, no con promesas.
Los emecistas están demostrando que son una nueva generación de políticos, distinta en forma y fondo. Desde la escena nacional, Movimiento Ciudadano impulsa una nueva política, basada en la cercanía, la acción directa y la sensibilidad social. No esperan los tiempos formales para actuar; salen a las calles, escuchan y responden con hechos. En Veracruz, figuras como Gildardo Maldonado Guzmán reflejan ese espíritu naranja: jóvenes líderes que entienden que gobernar empieza mucho antes de tomar protesta, y que la verdadera transformación se construye desde la empatía y el compromiso con la gente.
