Con 6 mil millones de pesos, México construirá la supercomputadora Coatlicue, la más poderosa de Latinoamérica y eje para IA, ciencia e innovación.
Cuando la presidenta Claudia Sheinbaum pronunció por primera vez el nombre Coatlicue en la conferencia de prensa, no solo presentó un proyecto: abrió un capítulo completamente nuevo en la historia tecnológica del país. Y es que el anuncio no se centró únicamente en la construcción de una máquina, sino en el nacimiento de la supercomputadora que pondrá a México en la carrera global de la inteligencia artificial, la ciencia avanzada y el procesamiento masivo de datos.
Desde el inicio, el mensaje fue contundente: México no quiere ser espectador, sino protagonista. Coatlicue no será privada ni exclusiva; será pública, nacional y diseñada para impulsar la investigación científica, los emprendimientos tecnológicos y el desarrollo de capacidades que hasta ahora solo estaban al alcance de unas cuantas naciones.
Una inversión histórica para crear la mayor supercomputadora de América Latina
Construida con una inversión de 6 mil millones de pesos, Coatlicue tendrá un poder de procesamiento que impresiona incluso en los estándares internacionales: 314 mil billones de operaciones por segundo, alimentadas por 14 mil 480 GPUs, lo que la convierte en la futura supercomputadora más poderosa de toda la región latinoamericana.
Pero el dato más importante no está solo en los números, sino en su impacto. El titular de la Agencia de Transformación Digital, José Antonio Peña Merino, explicó que esta infraestructura permitirá resolver problemas que hoy México no tiene capacidad de procesar:
—desde simulaciones científicas complejas hasta la predicción de desastres naturales, pasando por modelos de inteligencia artificial entrenados con datos nacionales—.
A la mitad del anuncio, la palabra supercomputadora ya aparecía como el eje central de una estrategia nacional que busca, por primera vez, romper con la dependencia tecnológica.
La supercomputadora Coatlicue y su rol en la soberanía tecnológica de México
La secretaria de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, Rosaura Ruiz Gutiérrez, explicó que Coatlicue se integrará al ecosistema de supercomputadoras ya existente en universidades y centros de investigación. Pero su papel será radicalmente distinto: se convertirá en la columna vertebral de un sistema nacional de innovación que permita a México competir con potencias científicas.
La supercomputadora no solo almacenará datos; los procesará al nivel que exige el mundo moderno.
Hoy, una sola persona —dijo Ruiz— es incapaz de manejar la magnitud de información que genera la investigación contemporánea en áreas como clima, salud, energía o biotecnología. Por ello, Coatlicue no es solo una herramienta, sino un salto de época.
Se prevé que su operación sea autosustentable, brindando servicios incluso al sector privado y a startups tecnológicas que hoy deben recurrir a infraestructura extranjera para entrenar sus modelos de IA o realizar cálculos científicos complejos.
Un proyecto público que redefine la innovación
Sheinbaum insistió en ello:
“Queremos que sea una supercomputadora pública, del pueblo de México”.
Que Coatlicue pertenezca a la nación significa que el conocimiento generado será estratégico, accesible y con enfoque en desarrollo social, no solo comercial.
Este planteamiento marca una diferencia clara con el modelo global donde las supercomputadoras suelen estar en manos privadas o corporativas.
Coatlicue será para México una herramienta de independencia científica y tecnológica, una infraestructura capaz de abrir nuevas oportunidades a estudiantes, investigadores, emprendedores y empresas que buscan competir en mercados crecientes como la inteligencia artificial, el análisis de datos y la computación de alto rendimiento.
Un cierre que mira al futuro
En dos años, cuando Coatlicue entre en operación, México habrá dado un salto que tardó décadas en gestarse. Y así como el nombre honra a la madre de los dioses mexicas, la supercomputadora Coatlicue aspira a convertirse en la madre del nuevo ecosistema tecnológico nacional: uno que no dependa del extranjero y que coloque al país dentro de las naciones que sí pueden imaginar su futuro… y procesarlo.
Al finalizar este anuncio histórico, la palabra clave quedó clara: Supercomputadora. La misma que marcará un antes y un después en la historia científica mexicana.


