«Tengo miedo de que mañana no estemos en casa», Rubí, veracruzana en Los Ángeles, habla sobre las redadas en EU

Rubí, veracruzana en California, teme por su familia ante redadas migratorias del ICE. Asegura que el racismo ha crecido y que las detenciones violentas ya ocurren en calles, escuelas y hasta en graduaciones.

«Tengo miedo de que mañana no estemos en casa», Rubí, veracruzana en Los Ángeles, habla sobre las redadas en EUCréditos: Cuarto Oscuro

VERACRUZ, VER.- Cuando Donald Trump dijo “Let’s make America great again”, Rubí soltó una carcajada. “Yo quiero saber de qué momento (de grandeza) está hablando, porque América no está llena de inmigrantes, siempre ha sido de inmigrantes”, dice la veracruzana, quien vive en la ciudad de Los Ángeles, California, desde hace 13 años.

Rubí creció en Estados Unidos desde los 4 años, cuando su familia llegó en busca de mejores oportunidades. Es originaria del municipio de Cuitláhuac, Veracruz, pero sus primeras memorias son de California, estado santuario que ahora denuncia una intervención ilegal por parte del gobierno federal.

Desde el viernes 6 de junio, la ciudad se ha sumido en el miedo y la frustración por las redadas migratorias encabezadas por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) en distintos centros de trabajo. Para Rubí, ciudadana estadounidense desde los 6 años, ni ella ni sus hijos, nacidos en Estados Unidos, están a salvo.

“Para mí, América es una mixed pot”, dice entre risas. Esta olla mixta la describe con distintos ingredientes, texturas y sabores, donde la variedad de culturas enriquece a Estados Unidos, un país que, según ella, “es del mundo”.

“Yo crecí creyendo que eso era América, ese es, era, el América donde yo crecí. (…) Yo siento que Donald Trump está intentando cambiar la narrativa, porque si has pisado América, eso no es lo que él describe, nunca lo ha sido”, agrega la veracruzana de 33 años.

Contexto: miedo, enojo y manifestaciones en Los Ángeles

Las redadas organizadas en conjunto con agentes del FBI en centros de trabajo del Distrito de la Moda dieron como resultado al menos 44 personas detenidas –entre ellas 11 mexicanos– y una serie de manifestaciones que iniciaron el mismo 6 de junio y se extendieron a otras ciudades.

Desde entonces, Donald Trump ha enviado cerca de 4 mil agentes de la Guardia Nacional a California y a 700 infantes de marina a Los Ángeles con la excusa de contener las manifestaciones.

Por este despliegue, que el gobernador del estado, Gavin Newsom, consideró un acto ilegal ya que se realizó sin su consentimiento, presentó una demanda el lunes 9 de junio contra la administración de Trump.

Mientras tanto, las calles de Los Ángeles arden y los migrantes, como Rubí, temen por ellos y los miembros de sus familias. “Hay mucha gente que quiere tomar ventaja de lo que está pasando para cambiar la historia de lo que estamos tratando de decir”.

Según sostiene, los vehículos incendiados, los robos a tiendas y las salpicaduras de pintura no son acciones realizadas por los migrantes ni por la gente latina, sino por “un grupo de maldad”. “No somos nosotros. (…) Yo me uno a los lives de TikTok de la gente y es tranquilo. Están con música, están gritando, pero no están haciendo nada malo”, señala.

«Tengo miedo de que mañana no sea un día igual que hoy, de que no estemos todos en la casa», dice con preocupación Rubí. 

«Mis hijos están muy conscientes de lo que está pasando, no es algo que a este punto pueda esconderse (…) eso sí, no dejo que vean mucho las noticias porque a veces cuentan otra historia. Los cuido para que no cambien su punto de vista», explica.

Un discurso de odio que aumenta el miedo a la deportación

El Estados Unidos donde Rubí creció, en el que nacionalizarse “era fácil”, ya no existe. Desde el 20 de enero de 2017, cuando Donald Trump asumió la presidencia por primera vez, se creó un efecto dominó en el que los estadounidenses son abiertamente racistas.

Esta discriminación, dice, se ve aumentada por la creencia de que son los migrantes quienes provocan la violencia en la ciudad, lo que a su vez incrementa el miedo entre la comunidad latina. Según ella, cuando Trump regresó a la presidencia, Estados Unidos aún se recuperaba de su último mandato.

“Es triste que el color de mi piel agregue eso, más racismo. (…) A veces la gente ve que tienes un acento y es como exponerte más. Uno no puede hacer nada con el color de su piel o el vestido, es parte de la cultura, de nuestras tradiciones”.

Por ello teme por sus hijos, porque son de piel morena y ojos cafés. Según explica, las detenciones ilegales no solo han ocurrido en centros de trabajo, sino también en la calle, en escuelas y en eventos de graduaciones. “¿Dónde está el crimen? ¿Dónde está? Porque yo no lo estoy viendo”.

Explica que las detenciones son violentas, con gritos y agresiones físicas, por lo que el gobierno local ha difundido “las tarjetas rojas”, donde se brinda información sobre los derechos de los migrantes y qué deben hacer si se encuentran con un agente de migración.

Por temor, Rubí ha tenido esas conversaciones difíciles con su familia. A sus tres hijos, de 7, 8 y 10 años –de los cuales el mayor y el menor padecen autismo–, les ha explicado cómo actuar si un agente de migración los llegara a detener.

“Los tengo que preparar porque ellos no están cargando su certificado de nacimiento. Ellos no lo llevan, son niños. Entonces, si están solos en un lugar, yo me siento obligada a prepararlos para que simplemente los puedan detener por su color de piel, por ser mexicanos”, explica.

En varias ocasiones les ha dicho que deben mantener la calma, hablar lo menos posible y sostener: “Yo soy ciudadano, yo soy ciudadana”. Pero el miedo no termina ahí, ya que su esposo, quien lleva años en trámites para nacionalizarse, aún mantiene su estatus irregular.

Ya tienen un plan de emergencia, pero tenerlo le parece injusto. “No siento que sea necesario que yo tenga estas conversaciones con mis hijos. Yo sé que hay muchas familias en las que los niños son los únicos ciudadanos, y no me quiero ni imaginar las conversaciones que ellos han de tener, de cómo se han de estar preparando. Es muy, muy triste lo que está pasando”.

 

Patrullaje para una caminata segura

Desde anteayer, Rubí forma parte de un grupo de WhatsApp de vigilancia vecinal. En este, donde hay mil 200 miembros, los ciudadanos y ciudadanas estadounidenses caminan y conducen por las calles en busca de agentes migratorios.

Cuando los encuentran, toman una fotografía, escriben la fecha, la hora y la ubicación exacta de los agentes, y luego la envían. “Si yo veo una alerta de que están cerca de la escuela o del trabajo de mi esposo, yo siento la responsabilidad de pararme, subirme al carro e ir a vigilar”, comenta.

Y lo mismo hace cuando alguien más pregunta por la seguridad en alguna calle, escuela o centro comercial. “Lo único que quiero es ayudar en esas situaciones. Si veo que alguien está siendo detenido, le voy a preguntar: ‘¿Qué puedo hacer por ti? ¿A quién puedo llamar?’, porque la verdad es que no están dando chance de hacer una llamada, de alertar a nuestros familiares. Eso es lo que me motiva”.

Desde el 6 de junio, su barrio dejó de ser silencioso. Ahora, el sonido de ambulancias, policías y bomberos es recurrente. “Hay policías por donde sea, no te puedo explicar. Puedes pasar por una calle y ver hasta 5 policías reunidos, y siempre están así”.

Antes de que Los Ángeles se convirtiera en una ciudad de interés nacional, Rubí disfrutaba vivir en California por la libertad de pensamiento. Ahí, hasta la llegada de Donald Trump, no importaba tu color de piel, tu nacionalidad ni tu sexualidad.

“Ahora el presidente no nos hace sentir cómodos siendo lo que somos. Es un sentimiento duro, pero a veces nos sentimos como si nos estuvieran usando, en una pelea por el poder. Yo creo que nos están usando para distraer de algo al mundo”, comenta.

Fuente / La Silla Rota